En La matriz judía del cristianismo (que incluye El judaísmo de San Pablo y El sábado hebreo en el cristianismo) Mario Javier Sabán profundiza en los orígenes judíos del cristianismo.

La idea fundamental de sus investigaciones radica en el hecho histórico probado de que la Iglesia o el cristianismo no adquirió su independencia teológica del judaísmo hasta el siglo II y que, incluso durante todo el siglo II, el cristianismo intentó desligarse del judaísmo.

Por lo tanto, la ruptura entre ambas religiones no se encontraría, como hasta hoy se ha creído, en el siglo I o en la teología paulina, sino más bien en la reacción del grupo mesiánico-judío-nazareno frente a la rebelión judía del año 130 de Bar Cojba.

En El judaísmo de San Pablo, Mario Javier Saban analiza cómo el judío Saúl de Tarso creó una teología específicamente judía para admitir a los gentiles a la fe judía fundamentada sobre las ideas universalistas de los profetas de Israel.

Nos muestra su mesianismo enraizado en el espíritu del judaísmo y su capacidad teológica para justificar el ingreso de los gentiles a la raíz de Israel.

Saulo (Pablo) pretendió un “Israel universal” a partir de la idea mesiánica, pero nunca pensó en crear una nueva religión llamada “cristianismo”.

Como queda claramente expresado en su Carta a los Romanos (11.28), él no viene a derogar la Ley de Israel sino a observarla. La fe mesiánica no es una contradicción para la observancia de la Torá (Romanos 3:31), Pablo explica que se puede ser gentil y espiritualmente judío (Romanos 2:29).

Pablo comprende que la llegada mesiánica no ha modificado la relación de Dios con su pueblo elegido, sino que ahora los gentiles son hijos adoptivos del patriarca Abraham y, por tanto, los gentiles son coherederos de la promesas de Dios.

Una obra fundamental para comprender al Pablo esencialmente judío y no al Pablo cristianizado que nos muestra la teología posterior.

El Judaísmo de San Pablo

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La idea fundamental de sus investigaciones radica en el hecho histórico probado de que la Iglesia o el cristianismo no adquirió su independencia teológica del judaísmo hasta el siglo II y que, incluso durante todo el siglo II, el cristianismo intentó desligarse del judaísmo.

Por lo tanto, la ruptura entre ambas religiones no se encontraría, como hasta hoy se ha creído, en el siglo I o en la teología paulina, sino más bien en la reacción del grupo mesiánico-judío-nazareno frente a la rebelión judía del año 130 de Bar Cojba.

En El judaísmo de San Pablo, Mario Javier Saban analiza cómo el judío Saúl de Tarso creó una teología específicamente judía para admitir a los gentiles a la fe judía fundamentada sobre las ideas universalistas de los profetas de Israel.

Nos muestra su mesianismo enraizado en el espíritu del judaísmo y su capacidad teológica para justificar el ingreso de los gentiles a la raíz de Israel.

Saulo (Pablo) pretendió un “Israel universal” a partir de la idea mesiánica, pero nunca pensó en crear una nueva religión llamada “cristianismo”.

Como queda claramente expresado en su Carta a los Romanos (11.28), él no viene a derogar la Ley de Israel sino a observarla. La fe mesiánica no es una contradicción para la observancia de la Torá (Romanos 3:31), Pablo explica que se puede ser gentil y espiritualmente judío (Romanos 2:29).

Pablo comprende que la llegada mesiánica no ha modificado la relación de Dios con su pueblo elegido, sino que ahora los gentiles son hijos adoptivos del patriarca Abraham y, por tanto, los gentiles son coherederos de la promesas de Dios.

Una obra fundamental para comprender al Pablo esencialmente judío y no al Pablo cristianizado que nos muestra la teología posterior.